lunes, 19 de noviembre de 2007

La química del humor

Sabéis que de vez en cuando me gusta traer por aquí alguna referencia al sentido del humor de los científicos. Supongo que muchas veces lo utilizan como recurso para captar la atención del público en general. O bien como una crítica a su propio saber. En esta ocasión nos acercaremos al mundo de la química a través del humor. El hecho de poner nombres a los distintos compuestos químicos no está exento de gracia e ironía. De mucha guasa, vamos.

A modo de ejemplo traigo algunos de estos nombres:

Existen en la naturaleza sustancias como el ‘ácido traumático’, una hormona vegetal que hace que las células dañadas se dividan y por tanto ayuda a reparar el “trauma”.

Otras como la ‘luciferasa’, nombre diabólico de la enzima que reacciona con el ATP (podríamos decir que el ATP es la molécula de la energía), y que causa ese brillo en las luciérnagas y en ciertos tipos de peces.

O también el factor anticoagulante ‘draculina’, que se encuentra en la saliva del murciélago-vampiro.

Para contrarrestar tenemos el 'ácido angélico’, el cual no tiene mucho de angelical. Se trata de una sustancia de defensa de ciertos escarabajos y que toma su nombre de la planta Archangelica officinalis .

También está el 'ácido erótico’, que por supuesto no es el mejor afrodisíaco. Su nombre correcto es el ácido orótico, pero en la literatura química a veces aparece mal escrito. Su nombre más conocido es el de vitamina B13. Y como comentó un químico, “si añades un carbono, tienes el ácido homo-erótico”.


Y no podemos dejarnos la 'clitorina’, o la abreviatura oficial (en inglés) del xantato etílico de sodio, conocido por sus iniciales: SEX. Curiosamente, se puede adquirir tanto en su forma sólida o líquida, y las consecuencias de exponerse a una alta concentración de SEX incluyen: vértigo, temblores, dificultad al respirar, visión borrosa, dolores de cabeza, vómitos e incluso muerte.

O el ‘erectono’, que es uno de los miembros de un grupo de compuestos extraídos de la hierba china Hypericum erectum, que la medicina tradicional de aquel país usa para trata la artritis, el reumatismo y como astringente.

Fuentes:

Blog de M.A.Sabadell - Doctor en Astrofísica


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya vemos que los químicos no solamene son esos señores adustos y sejijuntos, malencarados y barbudos como su propia mitología los retrata para nuestra mente: son cojonudos también a la hora de poner nombrecitos según nos cuentas. ¿Conque "clitorina", eh? ¿Qué estaría pensando mientras miraba a contraluz del alambique?

El resultado químico más estrafalario que recuerdo me contaba mi abuelo es la "leche interna", o sea la sabia de la higuera que, de decía, se la huntaban los chavales en el pitorro para que les creciera y les producía un escozor en el glande de padre y muy señor mío.

Un abrazo de
talbania3

Anónimo dijo...

Me quedo con la draculina y la clitorina jajaj

un buen post ;)

abrazos

miguelangel dijo...

Silvestre, conozco lo que se cuenta de la "leche interna", a mi también me lo contaron, pero por lo que sé en realidad se trata de otra planta ..

Me ha hecho gracia tu comentario, porque he recordado que el otro día estaba en el huerto quitando malas hierbas, y me advirtió mi abuela que tuviese cuidado con cortar las cañas. Según me dijo se debe hacer en un momento determinado del año y no cuando uno quiera .. La advertencia era muy seria, ya que al parecer si no la tenía en cuenta se me hincharían las pelotas de una manera descomunal ..

También he recordado un post anterior donde mencioné algunas leyendas urbanas, como que las mujeres con la regla pueden hacer que se corte la mayonesa..

Lo que es el saber popular, ¿verdad?

Rodi dijo...

Un post muy original. El mejor de todos los nombres es el de la clitorina y es que en el fondo los los científicos son unos cachondos. :)

Saludos.

miguelangel dijo...

Tenéis razón .. Por votación popular asignamos a la 'clitorina' el título de sustancia con el nombre más interesante de la naturaleza. Ahora toca buscar a ver de qué se trata .. Y por supuesto, como dice Silvestre, saber en qué estaba pensando el que le puso el nombre.