jueves, 3 de octubre de 2013

Asimov y Star Trek

Durante los 70 y los 80 Isaac Asimov colaboró como asesor científico de la serie de ciencia ficción Star Trek. Hay muchas anécdotas sobre la relación ente Asimov y Gene Roddenberry, el creador de la serie. En sus memorias Isaac Asimov nos cuenta algunas de ellas:


He actuado de “asesor” en varios ocasiones. Gene Roddenberry, famoso por Star Trek, me pidió algunos consejos en relación con la primera película de Star Trek y lo hice con mucho gusto porque es amigo mío. No le pedí dinero, pero me envió un cheque y me dijo que aparecería en los títulos de créditos. Nunca había aparecido mi nombre en una película, así que fui a verla. Al final, todo el mundo empezó a salir, mientras una interminable lista pasaba por la pantalla. Janet y yo esperamos tozudamente mientras el cine se vaciaba y por fin, lo último que se leía era: “Asesor científico: Isaac Asimov.” Naturalmente aplaudí ruidosamente, y pude oír una voz que con toda claridad, desde el pasillo, decía: “Es Asimov que aplaude a su propio nombre". Acababa de nacer otra anécdota sobre mi vanidad.

 Isaac Asimov y Gene Roddenberry

En el punto 118 de sus memorias Asimov dedica un capítulo entero a hablar de las convenciones de Star Trek:


   Puesto que ya he mencionado Star Trek en el capítulo anterior, explicaré algunas cosas sobre esta serie. Concebida y producida por Gene Roddenberry, se emitió por primera vez en 1966 y constituyó un gran éxito entre los aficionados a la ciencia ficción. Fue la primera obra de este género que apareció en televisión.


    Al final del primer año, los mandamases decidieron cancelar la serie. La decisión fue recibida con una protesta instantánea y masiva de los aficionados que cogió a esos señores por sorpresa. Los pobres imbéciles no sabían lo claros y apasionados que llegan a ser los aficionados a la ciencia ficción. Se revocó la decisión y Star Trek siguió dos años más antes de dejar de emitirse.

Grabación de la serie original de Star Trek

    Sin embargo, nunca murió. Se sigue reponiendo. Luego, se hicieron cinco largometrajes con el antiguo reparto durante los ochenta (aunque los protagonistas ya habían envejecido bastante) y en 1988 empezó una nueva serie de televisión con un nuevo reparto, Star Trek: The Next Generation (Star Trek: la nueva generación.)


    Janet es una gran entusiasta de Star Trek. De vez en cuando escribo un artículo corto sobre algún tema de televisión para TV Guide y allá por 1966 me pidieron un comentario sobre esta serie y algunos de los otros programas (muy inferiores) de ciencia ficción que también se emitían en esa época. Decidí ser divertido y mencioné unos pocos errores científicos de los programas sin perdonar del todo a Star Trek. De inmediato recibí una carta furiosa de Janet y no me quedó más remedio que escribir un nuevo artículo que alababa las virtudes de Star Trek. Dicho sea de paso, esto inició mi amistad con Gene Roddenberry.

 Grabación de Star Trek: La nueva generación


    Janet formó parte de la protesta contra el fin de la serie después de su primer año. Desde entonces, ha visto todas las reposiciones una y otra vez hasta que -bromeo- sus labios se mueven mientras repite el diálogo con los protagonistas.


    No se perdió ni una reposición hasta que se compró todos los vídeos para poder verlas sin los anuncios. Por supuesto, conoce todos los largometrajes y sigue las nuevas series con entusiasmo. No puedo interrumpirla. Sin embargo, no me deja llamarla trekkie. No sé por qué me lo impide.

  Leonard Nimoy pasando por maquillaje para convertirse en Mister Spock


    Otros, muchos otros, eran tan entusiastas como Janet y uno de ellos era una joven dama llamada Elyse Pines, que tuvo la idea de organizar una convención de Star Trek en la que los entusiastas de la serie se reunirían para hablar de ella, se venderían recuerdos de Star Trek y a la que, a lo mejor, se invitaría a algunos de los actores. También quería mi promesa de que asistiría. Puesto que se iba a celebrar en Manhattan, acepté.

    Cuando Elyse concibió la convención, en 1972, todavía no se había comprobado la popularidad de la serie a largo plazo y no esperaba a más de cuatrocientas personas. Fueron dos mil quinientas. Por supuesto, Elyse (y también otros) tuvo que organizar otras convenciones a lo largo de los años setenta. Asistí prácticamente a todas las que se celebraron en Manhattan, y en tales ocasiones siempre di una charla. Estuve presente en una que tuvo un éxito clamoroso. Había tanta gente en el hotel para asistir a la convención que se “cristalizaron”. Los salones y las escaleras estaban tan llenos que nadie (literalmente) podía moverse. Por fortuna, me di cuenta de ello antes de que la cristalización fuera completa y me las arreglé como pude para salir a la calle.


   Isaac Asimov firmando autógrafos en lo que parece una convención de Star Trek

    Siempre me agrada hablar y firmar libros (dentro de un límite razonable), es halagador y contribuye a las relaciones públicas. Sin embargo, era consciente de que el foco de atención era la gente de Star Trek y yo era un extraño. La mayoría de los asistentes podían muy bien no saber siquiera quién era yo. El desencanto fue completo cuando, en cierta ocasión, el propio William Shatner (el Capitán Kirk de la magnífica nave Enterprise) mantuvo embelesada a una enorme audiencia con una charla constituida sobre todo por una sesión de preguntas y respuestas, pero finalmente terminó y se tenía que marchar.

Esto creaba un gran problema: cómo salir del hotel sin ser avasallado por la multitud y, probablemente, ahogado por sus admiradores. Había un grupo de guardias destinados a protegerlo y a abrirle camino, pero si la multitud se abalanzaba, sería arrolladora. 

Leonard Nimoy y William Shatner en la convención de las Vegas de 2006


    Así que los organizadores de la reunión (no Elyse, que había dejado el campo a otros) me pidieron que retuviera a la multitud mientras Shatner salía. Yo no sabía lo que iba a suceder, pero me puse de pie y empecé a hablar. Todo iba muy bien hasta que llegó la noticia de que Shatner había alcanzado su coche y se había largado; en ese momento, me echaron del estrado a mitad de una frase.


    Me adula que piensen que soy el único capaz de mantener a una audiencia pegada a sus asientos, pero no aprecio que me utilicen de manera tan descarada. Podrían haberme dejado terminar mi charla. Después de esto, sigo el ejemplo de Shatner. Cuando tengo ganas de ir a una convención local, llego justo antes de empezar una charla y desaparezco justo después de finalizarla.

     Por supuesto, nunca he estado en peligro de que me asalten los admiradores.

Imagen de la convención de 2011en las Vegas





 

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